Cosas inexplicables suceden
mientras relojes mantienen su ritmo habitual, Constantes de la historia conservan
su esencia inmutable, mientras todo aquello que creemos permanente empieza a
cuestionarse en robustez y a ser vulnerable a los tenues vientos de cambio.
Me inquieta pensar cómo es frágil
la vida ante pequeños sucesos, dónde todo sufre alguna transformación, que
resulta a veces imperceptible a todos
los sentidos, pero en otras escasas e
inesperadas ocasiones genera una huella tangible
en cualquier dimensión del ser.
Es en estos escenarios donde se
evidencia la subjetividad en la apreciación del tiempo y la intensidad de las
experiencias. Se escriben historias extensas en duración pero breves en
aprendizaje, mientras que en otros relatos son suficientes cortos periodos de
tiempo para alcanzar profundidades inexploradas.
Tiene razón aquel acogedor ser
que reflexiona sobre la infinidad del tiempo y el juego de probabilidades que
se desprende alrededor de los sucesos, sin importar cuál sea la naturaleza de
las decisiones que se toman, vivimos girando en la ruleta de astros sin
alinearse, que nos da pequeños impulsos para llegar a los lugares donde
deseamos estar.}
Resulta complejo pensar en el
temor que implica la monotonía del caos y su afán inmediato de contaminar de
cotidianidad todo aquello que nos hace salir de los moldes, el reto inminente
es moverse al ritmo de la novedad y huir del tentador hábito de la costumbre,
reescribirse alrededor de la historia e inundar de espiritualidad la ausencia
de luz.